“Aceptar una pérdida te da la fuerza para seguir adelante”.

Qué agradable sorpresa ha sido esta película.

Ojo, no esperaba una chusta. Antes del estreno, todo pintaba bien. Se trataba del proyecto soñado de Kevin Feige, productor jefe de Marvel Studios, y el director la estaba haciendo con evidentes ganas y entusiasmo. Cuando haces algo no porque quieras ganar pasta sino porque de verdad quieres, porque te sale de las pelotas, ese algo suele salir bien. Lo que no esperaba es una apuesta tan sólida por el contenido temático.

Si tiras una piedra en Rotten Tomatoes, le das a un crítico que elogia el apartado visual de Doctor Strange. No pienso dedicar muchas palabras al respecto, porque es fantástico. Es evidentemente fantástico. O sea, mira la pantalla. Mira la movida que tienes delante. El que afirme haber visto algo como esto antes, miente. Y no se trata sólo del pim pam pum (refrescantemente ingenioso y con verdaderas ganas de darle brío a las escenas de acción), es que se intenta por primera vez en toda la serie intentar transmitir significado mediante imágenes. El 99% de los films anteriores usan la cámara como simple modo de señalarte lo que pasa, pero en Strange hay auténtica voluntad de decirte algo sólo con un plano.

Hablo del plano final. El de la mano temblorosa con el reloj roto.

Es mi plano favorito de todo el MCU.

Todo en la cinta gira en torno a hacer funcionar ese momento. En decir “el film va  de esto y Stephen es este hombre que tienes delante”. Un hombre con cicatrices, que ha perdido cosas que no va a recuperar y que pese a ello va a seguir adelante, aceptando su sino y prometiendo que hará lo posible por salvar vidas. Un héroe de los pies a la cabeza.

Doctor Strange es, en su esencia más inocente, la historia de un hombre que aprende a vivir con su discapacidad. Stephen tiene una vida cojonuda basada en una sola habilidad. Cuando la pierde, trata de recuperarla. Pero no puede. Y su crecimiento no llega cuando obtiene una nueva habilidad: llega cuando entiende que no va a recuperar la antigua. Que tiene que dejarla atrás. Que es discapacitado y que eso no sólo no significa el fin de nada, sino el posible comienzo de algo más grande.

“Ríndase, Stephen”, le dice la Anciana durante el entrenamiento. Como suele ser habitual en el MCU, el significado va oculto dentro de un chistecito. Pero no es casual. Stephen Strange no sólo debe asumir que ha perdido las manos: también ha perdido la capacidad de operar (fantástico momento en el que entrega el bisturí), así como toda posibilidad de volver con Christine (a quien suplica que no se vaya, pero ella lo hace porque debe y sella el asunto con un besito en la mejilla; el reloj roto es un regalo suyo), y debe también lidiar con que la muerte de su mentora es algo inevitable.

Aceptar la muerte. Un discurso curioso y algo complicado, porque puede dar pie a interpretaciones extrañas. Hablando sobre el film en un foro de cine, un tipo me dijo que el discurso de aceptar la muerte es vacuo porque Strange NO acepta la muerte al final de la historia: deshace toda la destrucción de Hong Kong y salva al mundo. Se trata, creo, de una lectura deliberadamente negativa del texto (no me parece que haya película a la que no se le pueda sacar un discurso tóxico o contradictorio si quieres sacárselo), una lectura que ignora que la premisa activa se demuestra a base de subrayar, no de hacer encajar cada línea con la siguiente de manera lógica.

Stephen no se rinde ante Dormammu. Lo que hace es que Dormammu se rinda ante lo que él mismo representa: no ya la muerte, sino la nada. La ausencia de evolución, la falta de muerte y por tanto la falta de vida. Ni siquiera es sutil: te lo dicen directamente. Kaecilius, que quería recuperar una pérdida, hace lo que hace porque se niega a seguir adelante (y la peli le pone con maquillaje cripi para dejarte clarísimo que eso está MAAAAALLL). Pero no hablamos sólo de aceptar una pérdida…

Hablamos de que aceptar una pérdida no debe significar que no se pueda avanzar más.

No es que haya que rendirse. Es que hay que tener valor para avanzar aunque hayas perdido cosas. Las manos, el amor, la mentora, la fe. Es un concepto distinto del viejo dicho de “la muerte no es el final”, tan mal aplicado por entenderlo como un final individual. La muerte sí es el final para el que muere, pero no para los demás… porque, como la misma Anciana dice antes de morir, “it’s not about you”.

Lo que nos lleva a Mordo.

Karl Mordo me sigue chirriando. No lo puedo evitar. No sólo porque se guarden demasiado para el futuro, sino porque su leitmotiv (el equilibrio, “se debe pasar factura, siempre”) no me casa con la premisa activa. No del todo, al menos. Aunque sí encaja en determinados puntos… Mordo piensa que toda acción tiene un precio y por tanto rechaza la solución have my cake and eat it too de Stephen: no debería ser tan fácil. No es justo. Lo que pasa es que ignora cuál es la verdadera pérdida de Stephen y de su mentora cuando tomó poder de lugares oscuros: no la vida, sino una vida que pudo ser y al final no es ni será nunca.

Porque Stephen paga un precio: no volverá al pasado. Su vida de cirujano rock star no volverá, como queda patentísimo en el último plano del film con el reloj roto. Stephen Strange acepta esto, sigue adelante y se convierte en alguien cuyo arco transcurre paralelo y a la vez opuesto al de Tony Stark: el primero es alguien que aprende a cambiar su mentalidad para seguir haciendo lo que ya hacía (salvar vidas; por cierto, maravilloso ver a un superhéroe al que le jode matar a su enemigo), mientras que el segundo es alguien que pasa de hacer una cosa a hacer lo contrario sin cambiar su mentalidad en absoluto.

Me encantaría que Stephen llegue a conocer a Tony. Creo que vería en él retazos de ese pasado suyo que ha perdido. Pero ésa ya es una película que aún está por llegar.

Serie de la Premisa Activa en el Marvel Cinematic Universe

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Un comentario en “La importancia de la premisa activa en Doctor Strange

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